martes, 13 de mayo de 2014

Persecución



Las horribles criaturas estaban por doquier. Steve Nixon trataba de huir, escaparse de sus mugrientas garras afiladas. Las voraces criaturas no permitían ni un minuto de tranquilidad, se abalanzaba con toda su fuerza sobre el pequeño coche de Steve causando hendiduras sobre todo el techo, el capó y el maletero del destartalado vehículo, dejando una horrenda mancha de sangre sobre cada una de ellas.

No podía verlas, lo único que alcanzaba a ver eran esos horribles ojos inyectados en sangre, que reflejaban la maldad y el odio. El parabrisas seguía intacto, ninguno de esos seres logró romper el resistente vidrio reforzado que le había instalado a su vehículo. Los rugidos eran cada vez mayores, el sudor recorría la frente de Steve, sus manos temblaban, e intentaba mantenerse en la carretera.

Podía escapar, podía llegar al pequeño motel Luxemburg antes de que lo hicieran colisionar, había esperanzas, había salvación. Los seres vociferaban ininteligibles chillidos, estos retumbaban en el tímpano de Steve. A lo lejos podía ver el motel, su salvación, lo ayudarían, lo resguardarían de los espantos nocturnos que lo perseguían, los que querían arrancarle las entrañas.

Piso a fondo el acelerador, el vistoso letrero de neón brillaba y emitía ondas continuas de luz incandescente. Solo faltaban 1000 metros, 800, 500, los aullidos se escuchaban cada vez más cerca, 400, 300, Steve podía distinguir a pesar de la oscuridad el amorfo cuerpo de sus cazadores, una forma humana que avanzaba como un leopardo. Sentía la presencia de esos inhumanos ojos encima, 200, 100, 50, antes de llegar a los 20 recibió un golpe en el lateral izquierdo del vehículo, perdió el control y colisionó directamente contra la habitación 104.

Su cabeza daba vueltas, veía como el hollín emanaba del motor del vehículo, sentía un líquido ardiente sobre la frente, sangre por supuesto. No había acabado, sus monteros estaban cerca, muy, muy cerca. Steve saltó de su asiento, corrió hacia la recepción.

-¡Ayuda por favor!¡Alguién!- El dolor aumentaba en su pantorrilla, sin dudas era una fractura.

Se debilitaba, la sangre fluía lentamente, las gotas bajaban a través de la pálida piel, dejando una sensación ardiente a su paso. El paso de Steve  era lento, el peso de su cuerpo le impedía avanzar. Steve gritaba de dolor, su lesión enviaba punzantes mensajes a su cerbero. Nadie salía, nadie lo escuchaba, estaba solo, estaba abandonado.

Las criaturas olían el miedo de Steve, sentían como el pánico se apoderaba de todo su ser, como lo entorpecían, como lo mataba lentamente. No podía escapar, no podía huir, estaban relativamente encima de él. Steve se arrastraba como podía, sus lágrimas se mezclaban con la sangre que fluía de su nariz, la muerte estaba a tan poca distancia.

Los monstruos infernales entraron al parking del motel, corrían con toda la velocidad que podían. Steve empujo con todo su peso la puerta de entrada, cayó sobre el felpudo  y observó como las criaturas frenaron en seco, observándolo a través de las ventanas y el cristal de la puerta.

Evan Clinton escuchaba música rock a todo volumen en sus recién comprados audífonos, aislado de la realidad, no escuchó los elevados gritos que salía de la boca de Steve. Tras observar al malherido hombre caer frente a él, intento ayudarlo, el hombre temblaba y estaba cubierto en sangre, toda su ropa, todo su cuerpo.

-¡Amigo tienes que ayudarme, me persiguen, por favor!- Decía Steve mientras zarandeaba los hombros de Evan.
-Relájate amigo ¿Quién te persigue?- Respondía Evan.
-¡Esos sucios demonios, son miles, millones, por favor, están afuera por todos lados¡- Los sollozos de Steve eran agudos.

Evan se asomó en la ventana, Steve veía como las infernales criaturas saltaban sobre el cuerpo de Evan. No podía permitirlo, no permitiría que su joven salvador muriera, estaba harto de esos repugnante seres, si no hacia algo morirían tanto él como Evan. Más de cinco criaturas saltaron sobre el delgado cuerpo de Evan, otras cuantas rompieron las ventanas y entraron en la recepción. Steve tomó un paraguas y comenzó a atacar a sus enemigos, el paraguas silbaba con cada movimiento, Steve logró propinar varios golpes a los seres.

Steve logró llegar hasta Evan, trataba de quitarle los seres de encima, movía su paraguas de lado a lado, pero Evan perdió el equilibrio y cayó. Mientras las criaturas lo arrastraban hacia el mostrador Steve seguía blandiendo su paraguas, se acercaba lo más rápido que podía.

-¡NO LO PERMITIRÉ!- Vociferaba Steve, un segundo antes de propinar un golpe a los seres sintió un terrible dolor en el pecho, se tocó y había sangre, todo le daba vueltas. Steve perdió el equilibrio y cayó sobre el suelo de cerámica, podía ver su propia sangre, derramada por todo el gélido suelo. Todas las criaturas lo observaron con detenimiento, con su mirada fría, Steve agonizaba. En ese instante se abalanzaron sobre él, cinco segundos después, Steve estaba muerto.

Era defensa personal. Evan no podía permitirse que lo golpeara cualquier viejo loco, el hombre estaba totalmente demente, pensaba que unas extrañas criaturas lo perseguían. Luego, parece que tuvo un ataque esquizofrénico y comenzó a atacarlo con un paraguas. Evan no tuvo opción, sacó su Beretta 92, que estaba escondida tras el mostrador y le propinó un tiro al hombre, lo que lo mató.

"No podía escapar, por más que quisiera, por más que lo deseara, era imposible que lo lograra. El mugroso humano pecador estaba encerrado, nadie puede escapar de sí mismo. Tras asesinar a su esposa, Steve huyó en su coche, pero no lo permitiríamos, no se saldría con la suya, pagaría, será juzgado, nosotros nos encargaremos de ello. Somos su conciencia, somos su cordura."


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